jueves, 24 de marzo de 2016

PRUNUS NIGRA. UMEMI


UMEMI  del japonés que significa La tradición de ver ciruelos en flor.
Desde mediados de marzo a principios de abril y antes de que se hable del esplendor de los cerezos en flor abren sus flores los ciruelos.
Almendros, ciruelos, cerezos preciados árboles, como muchos .... como todos.
Sus floraciones nos anuncian que la primavera llega el ciclo se repite y que nosotros todos, siempre que la veamos llegar será señal de que seguimos  vivos.


Morir en pleno esplendor y no envejecer. El deseo del samurai. El deseo de cualquier humano que lucha  por la honorabilidad de su vida.


Un buen lugar para  sentarse debajo de él y disfrutar de la belleza efímera de unas flores que solo el viento deshace. Plantar un árbol y morir  a sus pies sabiendo que cada primavera habrá flores que retomaran la vida es una manera de rendir culto a la Madre Naturaleza.

Mientras iba tomando las fotografías del ciruelo florecido que tengo a la entrada de la casa me iba dando cuenta de como la luz filtraba a través de los pétalos de las pequeñas flores. Las flores del ciruelo son de un rosa claro casi blanco que al ser captadoras de la luz lateral y natural de la mañana dejan ver diminutas nerviaciones de un púrpura muy intenso, preciosa imagen, perfecto mensaje primaveral. Del blanco al púrpura. En las entradas de las casas de los samurais, dicen las leyendas que se plantaban árboles de flores blancas que llegaban a ser rosadas cuando el guerrero muerto en batalla no regresaba, su esposa dejaba la vida a los pies del árbol y este en recuerdo a los amantes esposos  se cubría de flores rosadas manteniendo así vivos los canales de la vida, representados por la sangre derramada tras el honroso Seppuku , que no Harrakiri , término este considerado vulgar. Tampoco es correcta la palabra para el acto de suicidio de la mujer, en ella tomaba el nombre de Jigai.


El caso es que del blanco al rosa y del masculino al femenino he pensado que el blanco y negro y todas las posibles degradaciones en tonos grises  era mucho más acertado para completar las imágenes del ciruelo en flor. 


Y como simbolismo de todo lo dicho  la última imagen. Un rugosos y áspero tronco que no pone ningún tipo de impedimento para que delicadas flores y enrojecidas hojitas resurjan  en un aparente caos  en el que no cabe la duda de que el ciclo se repite.


martes, 22 de marzo de 2016

BUENOS DÍAS PRIMAVERA

Hoy por fin he podido subir a la buhardilla. La imagen la pude captar con la cámara unos pocos días antes de que llegara la primavera y de que yo entrara en quirógrafo.
Ahora convaleciente y sin perder ni un instante aunque con ciertas precauciones he subido a la buhardilla.
Os cuento la imagen de hoy.

El año pasado descubrí haciéndole fotos al Prunus Nigra , Ciruelo borde, esta curiosa formación en el tronco. Para algunos solo con mirar ya tenéis la información completa, pero a este blog llegan variadas y diversas personas y la descripción que a continuación hago es para una persona muy especial que se pasea por este jardín desde sus comienzos y no solo lo ha hecho virtualmente si no que también se ha paseado por él con sus especiales sentidos, muy muy abiertos captando lo que los ojos no ven.

A veces  los árboles nos sonríen, nos miran, incluso nos asustan. Establecemos con ellos un lenguaje que solo la imaginación puede interpretar.

El Ciruelo que está a la entrada del jardín cada primavera y con las primeras lluvias limpia su polvorienta corteza, despeja legañas y telarañas y abre un ojo. Un ojo que inspecciona curioso y hasta molesto las florecillas de color rosa  que saltan desde cualquier hendidura de su arrugada corteza sin permiso alguno de las hojas que todavía no han llegado al verde porque están enrojecidas  y avergonzadas por llegar  después de la floración.

El año pasado el ojo del ciruelo me sorprendió, él me había visto antes, en realidad me estaba observando hacía rato y yo tardé en darme cuenta y reaccionar hasta que me cercioré de que me estaba observando. Unos segundos pasaron hasta que mi torpe cerebro pudo mantener su mirada, enseguida nos hicimos amigos gracias a la Dríada que todavía vive en mi y como los buenos amigos que no se ven a menudo pero que saben del otro aunque las miradas tarden en cruzarse nos hemos vuelto encontrar  al final del invierno.
El ojo del ciruelo me esperaba y  posó para Dríada una vez más.